viernes, 17 de julio de 2015

Parte 10: "DE SORPRESA EN SORPRESA...". Ovni, La Gran Alborada Humana.

Parte 10: "DE SORPRESA EN SORPRESA...". Ovni, La Gran Alborada Humana.






Enrique Castillo Rincón, la historia verídica, de un hombre contactado. 1973. Bogotá, Colombia.








La reunión estaba fijada para las 8 de la noche, del 18 de noviembre de 1973. 

Salí muy temprano de Bogotá, y en un bus interdepartamental, recorrí rápidamente kilómetros, hasta llegar a Villavicencio, en el Departamento del Meta.

Ésta zona del país, los Llanos Orientales, es un gigantesco vivero natural, casi inexplorado, casi virgen. 

Allí se ha concentrado una gran actividad agrícola y ganadera en Colombia, en inmensas haciendas, cuyos límites cubren el horizonte, por muchos días de fatigoso viaje.

El calor y el polvo incomodan al visitante, que es compensado con la visión de hermosos paisajes, y con esa sensación de libertad, debida tal vez, a la amplitud de las tierras que suman miles de hectáreas. 

Recorrer los llanos es todo un placer. 

De todos modos, el propósito de mi viaje no me permitía admirar placidamente lo esplendoroso de este paraíso. 
Pensaba con detenimiento, y planeaba la forma de llegar a tiempo a la cita. 

No conocía la región, y por eso, tendrían que buscar a alguien que me ayudara.

Una vez en Villavicencio, tomé otro bus hacia la vecina población de Apiay. 

Por recomendación de alguien, contraté a un baquiano de nombre Antonio, verdadero conocedor de la llanura, y sin cuya asistencia, no hubiera llegado al sitio indiciado.

Con su alegre charla, salpicada de picantes expresiones, y de ingeniosas ocurrencias, nos internamos por los largos caminos del Llano. 

Antonio fumaba nerviosamente su tabaco, mientras fustigaba con insistencia a las bestias, drogadas por el sopor de la tarde, y ahogados en ese tupido mar de molestos bichos, como el tigrillo, y otras tantas variedades de insectos, que conformaban esa corte de seres, al acecho de cualquier entrometido en sus territorios. 

Insistió en los amenazadores peligros para aquellos que se arriesgan pasar por la región.

El baquiano ignoraba por completo el motivo de mi viaje, pero conocía su trabajo con bastante propiedad.

Le había dado las señas del lugar, y él, como verdadero experto, supo identificarlo al instante.

A cada momento yo levantaba la mirada a los cielos, buscando alguna señal sospechosa. 

Antonio me imitaba, y con prolongados silencios, luego de escrutar el horizonte, miraba mi rostro con cierta curiosidad.

Me sentía cansado, y mis posaderas maltrechas, ya que el paso del caballo me incomodaba un tanto, por falta de costumbre, al montar en este tipo de “transporte”. 

También pensaba en el por qué me habían citado tan lejos de Bogotá, cuando podían haberlo hecho en otra zona, más cercana a la ciudad, y ahorrarme tanta incomodidad.

Mientras pensaba eso, llegamos al lugar a las 7:30 de la noche. 

Saqué de mi bolsillo $120.00, y se los entregué al baquiano. 
Los tomó pero no se movió. 

Intenté despedirlo con un fuerte apretón de manos, pensando que de esa manera se marcharía, pero de sus labios brotó una queja sorpresiva:

-¿Cómo se quedara usted sólo, en este lugar, recién empezada la noche?-

Señaló unos pastizales, no lejos de donde nos encontrábamos, y con voz grave, me advirtió que allí, con mucha frecuencia, en la noche, atacan al ganado, y cuantas cosas satisfaga el apetito de los tigrillos. 

Y eso me incluía a mí. Antonio no vio ningún inconveniente en acompañarme hasta que vinieran a recogerme de la hacienda, la cual supuso que yo iría, y que ésta se encontraba aun un poco lejos.

Aparentando tranquilidad, traté de serenarlo. Al fin de cuentas, de la finca vendrían a recogerme en un jeep, y no se justificaba detenerlo para que esperara. 

Sin convencerlo totalmente, se alejó, llevando de las riendas al caballo, sobre el cual viajé, durante todo ese trecho, desde Apiay. 

Cada tantos metros volteaba la cabeza y me miraba, como esperando que reconsiderara mi decisión. 

Esto ocurrió cuando la enmarañada vegetación y las sombras de la noche, lo perdieron de mi vista. 

Estaba solo, completamente alejado de la civilización.

Al llegar el momento convenido, una multitud de pensamientos entremezclados se apoderaron de mi espíritu: miedo con alegría; duda con esperanza; paz con remordimientos. 

Todos eran uno solo, y esto me inquietaba, porque no me permitía reaccionar, ni siquiera pensar. 

Solo atinaba a concebir increíbles aventuras, como un rapto espacial, donde no volvería a ver a mi familia.

Luego del encuentro físico anterior, y de comunicarme telepáticamente con los extraterrestres casi a diario, aún no me acostumbraba.

La noche era muy hermosa, y el viento acariciaba suavemente mi rostro. 

El cielo tachado de estrellas, invitaba a observarlo a cada momento. 

Muchas cosas cruzaron por mi mente, pero sin concretar nada.

Donde me encontraba no me descubriría nadie, y tampoco “ellos” serían vigilados. 

Tal vez por eso escogieron éste sitio.

No teniendo más que hacer, caminaba 50 metros a un lado, y regresaba al punto de la partida. Otros 50 metros y volvía. Ésta rutina se generalizó por largos lapsos transcurridos, desde las 8 de la noche. 

¡Me habían incumplido!, con cierto pesar, esa idea comenzó a golpear en mi cerebro.

Para no perderme, tomé como referencia una semi-destruida entrada o portón de madera, que daba paso a la hacienda, de la cual, según el baquiano, vendrían a recogerme. 

La puerta, lado y lado, originaba una kilométrica red de alambre de púas. 

Me cuido de no rozar mi piel con alguno de esos alambres, para evitar un rasguño.

A las 10 de la noche, perdidas todas las esperanzas, pensaba en cómo iba a regresar, al día siguiente. 

Tomé asiento en el suelo, con la intención reiniciar “contacto” telepático. 

Me relajé, y realizando a conciencia la técnica de comunicación aprendida en Bogotá, esperaba que los extraterrestres me dieran la explicación. 

Pero no sentí, ni oí nada.

Reflexioné un poco, pensando, que tal vez, que yo había hecho mal algún paso del procedimiento. 

Nuevamente lo intenté, con los mismos resultados.

Con curiosidad, me di cuenta de algo. 

Desde que estaba en la zona no me había picado un solo zancudo, ni siquiera esos molestos mosquitos que tanto abundan en la región. 

Lo único que me quedaba por hacer, era, buscar donde poder dormir, hasta el amanecer, que aun estaba bastante lejano. 

Hubiera sido en vano gritar, para que alguien me oyera y ayudara, a salir de allí. 

Ya me lo había advertido Antonio, el baquiano, que no encontraría una sola persona en muchos kilómetros a la redonda. 

Tratando de romper la monotonía, me sentaba durante media hora, me levantaba y caminaba unos metros, para allá y para acá, evitando así el frío de la noche.

Esto se prolongo hasta las 3 de la madrugada. 

Con la moral en los pies, supuse que tal vez me había equivocado la fecha, la hora y el lugar. 

Los ojos me pesaban, amenazando cerrarse por el sueño.

En un momento, de los ya acostumbrados, levanté mis ojos a los cielos. 

¡No, no estaba soñando! 

Una gran cantidad de luces, que poco a poco, se iban agrandando. 

Se movían lentamente en el cielo. 

Uno, dos, tres, cuatro…diez, once, doce, trece. Trece puntos luminosos en perfecta formación, como una especie de V invertida, se desplazaban uniformemente. 

Tres de esos puntos, que parecían más grandes que los demás, encabezaban la formación. 

Los otros diez mas pequeños los seguían lentamente, en sobre fila abierta.

Al llegar, casi encima de mi cabeza, se detuvieron momentáneamente. 

Uno de los puntos luminosos, de la parte de atrás, se descolgó, dejándose caer al vació, verticalmente, y haciendo una maniobra de locura, para detenerse a cierta altura, en donde ya pude distinguir la forma oval de la nave. 

En un momento, la forma desapareció, pues una luminosidad la circuló, dando la impresión de una nube grasosa. 

Las otras naves siguieron su rumbo, imprimiendo ahora velocidad, hasta desaparecer de mi vista. 

No puedo decir que rumbo tomaron, estaba desorientado, y no sabía donde quedaba el norte o el sur.

La nave suspendida en el aire comenzó a moverse con actitud, con zig-zagueo, y poco a poco, se fue acercando.

Al hacerlo, sus formas se fueron delineando, hasta dar paso a una pequeña y definida nave, con apariencia de capullo. 

Descendiendo, y maniobro en círculo, en vaivén corto y acompasado, dando paso a un soberbio espectáculo de maniobras asombrosas, que me dejaron con la boca abierta. 

La nave se detuvo a unos 30 metros del suelo. 

Sin hacer ningún ruido, de su vientre salieron tres patas sustentadoras cortas, y con ellas se posó en el suelo. 

Una escalera también hizo aparición, dejando al descubierto una puerta angosta. 

La luz que salió por entre la puerta, fue cortada de improvisto por la silueta de una persona, parada a la entrada, en actitud contemplativa. 

Se encontraba a unos 60 metros de donde yo estaba.

Gracias a la claridad reinante, y la luz que expedía la nave, pude detallar su aparente diámetro, calculando unos 7 metros su longitud, por 3 y medio de altura. 

Sin perder el tiempo, presa de una terrible excitación, corrí con cierta velocidad, pero una voz profunda me ordenó terminantemente detenerme: 

-¡Espera!-

Detuve mi marcha un poco confundido, mirando a todos los lados, hasta concentrar mi vista en la persona, que ahora, con leve ademán, me invitaba a continuar el camino hacia la nave.

Paso a paso devoré los metros que me separaban para llegar. 
La claridad me permitía reconocer al hombre de la entrada: ¡era Krisnamerck! 

Su presencia me tranquilizó por completo, a pesar de escuchar a mí alrededor un continuo ronroneo. 

Ya frente a él, y sin bajarse del aparato, me di cuenta de la falta de escafandra, respiraba nuestra atmósfera, y vestía el mismo traje de hace 15 días, allá en la laguna. 

Quiere que suba, y las escaleras son amplias, y bien dispuestas, con series de escalones dirigidos al piso de la nave.

Subí vigorosamente los escalones, con las mirada fija en el extraterrestre. 

Al tenderle la mano para saludarlo, éste se retiró un poco para atrás, y me ordenó detenerme, justo entre la ultima grada y la puerta.

Realmente era un poco angosta, pues calcule un metro de ancho por 1.60 cms de altura. 

Un intenso fulgor azul, en forma de rayo, rodeó mi cuerpo, desde los pies a la cabeza, cubriéndolo completamente. 

Fue solo un instante, suficiente para provocarme una molestia pasajera, pero indescriptible sensación. 

Durante unos segundos mi piel y mi ropa brillaron con intensidad. 

Mis manos parecían encendidas, por lo que deduje que mi cara debía encontrarse en las mismas condiciones.

Ciryl, sonriente, se acercó, apretándome fuerte las manos.

-Enrique, ¿como estás? No te preocupes por esto, pues es necesario.-

Comprendí que la luz azul formaba parte de otro sistema de limpieza de esterilización, muy diferente a la utilizada durante el primer contacto. 

Esta vez, era un rayo de energía desinfectante, pero de forma extra rápida.

Entramos, y me señaló una confortable silla para que me sentara un momento. 

Al hacerlo, de una puerta salieron dos hombres, completamente diferentes a Ciryl. 

Eran pequeños y sonrientes. 

Vestidos con una especie de mamelucos, como una combinación de camiseta y calzón, de una sola pieza, que se suele poner a los niños para dormir, no muy ceñidos al cuerpo, que diferían notablemente del uniforme de Krisnamerck.

Me levanté para saludarlos, pero ellos solo atinaron a realizar una venia sin extender las manos.

-¿Quiénes son éstas “personas”?- inquirí.

Mientras pensé esto, mire a Ciryl, con algo de sorpresa, solicitando una respuesta al respecto.

-Son seres de Mercurio, Enrique.-

-¿seres de Mercurio?-

Como por encanto, desapareció de mi mente la palabra: sorprendido. 

No vale la pena seguir insistiendo en mi estado anímico, porque sería imposible describirlo.

Aquellos hombrecillos eran calvos, y su piel morena clara, daba la impresión de haber sufrido un baño de aceite, puesto que les brillaba su cabeza. 

Su estatura era de un metro cincuenta centímetros, los miembros de sus cuerpos no perdían el sentido de las proporciones. Sus ojos grandes, pero bien distribuidos, de orejas normales, nariz griega, y mentones muy marcados. 

Vestían de color púrpura o violeta encendido, de mangas cortas, dejando ver claramente sus brazos brillantes. 

El uniforme no les tallaba al cuerpo, no tenían cinturón.

Calzaban zapatos oscuros, sin brillo. Carecían de guantes.

Ciryl, con un gesto, señaló una escalerilla semicaracol, y por ella subimos al segundo piso de la nave, bastante restringido por cierto. 

Entramos al cuarto de navegación, cubierto por una cúpula transparente. 

Lo curioso es que, mientras permanecí fuera de la nave, no vi la transparencia. 

Imaginé pudiera ser de esos vidrios, opacos hacia adentro y traslucidos hacia fuera. 

El cuarto era de una sencillez desconcertante. 

El panel de instrumento “muy simple”: una de mesa semi-oval, con pocos instrumentos, botones, y otros pocos, incrustados en una pantalla de regular tamaño, y dos sillas, al frente de los controles.

El panorama estelar se abrió con amplitud, mostrándome un hermoso cielo estrellado. 

La cúpula daba la sensación de ser metal fusionado con vidrio, o un material similar. 

Lo que parecía ser un enorme diamante de muchas aristas, nacía de un lado de la mesa de controles. 

Al mirar hacia el fondo, numerosas agujas aparecían, señalando extraños caracteres. 

De esas agujas, unas recorrían hacia un sentido, y las otras al contrario.

Ciryl, con mucha afectuosidad, me interrogo:

-¿Cómo te ha ido Enrique?-

-increíblemente Ciryl, muy bien.-

En realidad, no estaba diciendo la verdad. 

En el fondo quería narrar todos los acontecimientos pasados en el grupo, los sinsabores provocados por varias personas, cuando les conté los detalles de mi primera experiencia.

Quería gritarle lo incomprendido que me sentía, y la soledad, que poco a poco, me iba rodeando. 

La confusión originada por la falta de sentido común de mi incipiente obra, y que estaba terriblemente desubicado.

Pero guardé todos esos pensamientos, considerando molestaría a Ciryl, y me catalogaría de quejumbroso.

Mirando las cabezas “aguacatadas” de los tripulantes, que se preparaban para el despegue, cambié mis pensamientos, tratando de profundizar sobre sus orígenes.

-Hermano Ciryl, ¿así que estos son los seres viven en Mercurio?-

Hice esa pregunta, cuestionando mis conocimientos sobre el planeta más cercano al Sol…

Tenía entendido que uno de sus caras miraba siempre a las elevadísimas temperaturas del astro, ocasionado un calor insoportable para cualquier tipo de vida conocida. 

El otro lado, por al contrario permanecía siempre ofreciendo información de temperaturas extremas bajo cero. 

Según esto, simplemente era imposible que hubiera vida en Mercurio.

-Vosotros os asombrarías de ver las civilizaciones que han florecido allí-, aseguraba Ciryl. 

-Mercurio tiene movimientos de rotación “simple” y también gira sobre su eje. Quizás mas tarde hablaremos sobre eso. Ahora nos dirigimos a la “Nave Madre”.-

Uno de los mercurianos, sin pronunciar palabra alguna, me guió de nuevo al primer piso, donde abrió un bien dotado “guardarropa”, y haciéndome señas, me animó a escoger el traje que se ajustara a las medidas de mi cuerpo.

Tomé uno, y lo coloqué por encima de mis ropas, esperando la protesta de mi acompañante por esa acción.

Aparentemente el uniforme era muy pequeño para mí, pero al ponérmelo, se expandió, adaptándose sin maltratarme, de manera alguna. 

Al pasar sobre mi cabeza el uniforme, despeino un poco mis cabellos. 

Llevé las manos a uno de los bolsillos del pantalón, y saqué un peine. 

El mercuriano, con curiosidad desbordante, movía su cabeza de arriba a bajo, derecha a izquierda, mientras sus ojos giraban en sus órbitas. 

Miraba mis cabellos y el peine que los ordenaba. 

Siempre sonriente, dirigió sus manos a los zapatos, para que yo tomara un par. 

Igualmente sucedió con esos, se Adaptaron a la perfección, a pesar de expandirlos para que mis pies entraran. No me ajustaban ni un milímetro.

Cuando estuve listo, subimos. 

El tripulante tomó asiento, y maniobrando unos botones colocados al lado derecho del panel, dirigió la nave a su destino.

Ciryl caminó a la consola de mando, y colocando sus manos en ella, escudriño el cielo, como buscando algo. 

Mientras tanto, yo recorría el lugar, detallándolo todo, y memorizando cuantas acciones realizaban los tripulantes. 

Una repentina maniobra hizo girar la base de la nave, mientras que la cúpula permanecía estática. 

No perdí el equilibrio, y por momentos, sentí las botas adheridas al piso. 

Un leve fluido eléctrico recorrió mi cuerpo, pero sin molestarme mayor cosa.

La nave fue ascendiendo rápidamente. 

Ciryl continúo mirando hacia arriba, y a la pantalla centrada en el panel. 

De pronto, con gran alegría, me llamó.

-Enrique, observa la Nave Madre.-

Era lo más grande que había visto en toda mi vida. 

Su forma se asemejaba a una ballena. La nave (madre) “Bandera principal”, como la llamó Ciryl, permanecía detenido en el espacio, esperándonos.

Debajo del gigantesco cetáceo volador, se abrió una compuerta, dejando escapar una luz intensa. 

Los mercurianos no hacían nada especial, pues daba la impresión de que éramos absorbidos a través de un túnel o algo parecido. 

Fuimos directo a la entrada. 

Sin sentir movimientos violentos, nos colocamos justo por debajo, y ascendimos, hasta que nuestra nave se coloco en posición, insertándose en el hueco de la compuerta, calando sordamente, y maniobrando con una seguridad pasmosa.

La cúpula cristalina de “nuestra nave” se abrió automáticamente, dejando deslizar una escalera, que desde arriba se dirigía a un lado de la sala de control. 

Ciryl subió rápidamente por ella, invitándome a acompañarle, hasta un pasillo ascendente, que servía de rampa. 

Yo le seguí muy de cerca, caminando por el pasillo, que a lado y lado dejaba ver un delgado carril, por donde supuse, debía pasar alguna especie de “carrito” para transportar objetos, o materiales pesados.

Como si estuviéramos retrasados, Ciryl caminaba, dando grandes zancadas, hasta llegar a un corredor nivelado y a una sala completamente metálica, con algunas salientes en forma de laberinto o pasajes, que ignoraba a donde conducían. 

Observé un símbolo en relieve, con una serpiente alada, enroscada en un huevo, y de su boca salían 3 lenguas, y en su cola tenia 9 cascabeles. 

La figura estaba dentro de una gota de agua, y un cristal en la parte inferior.

-Enrique, ¡espera!-, me dijo, saliendo de la sala.

Una mesa también, con apariencia metalizada, estaba en el centro de la sala. 

Sobre ella, gran cantidad de muestras, representadas en rocas, tierra, arena, semillas, y trozos de vegetación. 

Estas “muestras” estaban separadas por divisiones, y señaladas con confusos (para mi) signos, que no alcanzaba a entender.

Frente a la mesa, una silla con espaldar, en forma de casi ¾ de luna, adaptada, de tal manera, que graba a uno
y otro lado, y se deslizaba en línea recta sobre una guía o “riel”.

Transcurrieron algunos minutos. 

A los lejos escuche pisadas. 

La puerta se abrió, y observé, que con Ciryl, venían cuatro “seres” más, incluyendo a Khrunula. 

Me levanté de la silla, y los saludé. 

En ese momento sentí ganas de orinar. 

Discretamente le comuniqué a Ciryl mis deseos.

-Ven enrique.-

Me llevó por un corredor a otro sitio, dividido por una separación, que alcanzaba a llegar hasta el techo.

Entramos al lugar, Ciryl, me explicó el mecanismo, y se retiró. 

Al accionar una palanca, surgió de la pared una especie de tubería, en forma de flor de loto, al que finalmente se convertía en un “embudo”.

Orine en él, y sentí una fuerza absorbente, que conjuntamente con un liquido ámbar, seguramente colocaba estos desechos en otro sitio, para desintegrarlos. 

Al terminar, sale del “embudo” una deliciosa fragancia perfume, que deja el recinto con olor a limpio. 

No pude identificar el aroma con alguno conocido. 

Al abandonar el cuarto de baño, el “embudo” vuelve a su sitio dentro de la pared.

Regresé a la sala, encontrando otro personaje recién llegado. 

Era un gigante. Calculando sus medidas, concluí, que debió medir no menos de tres metros.

El gigante, con una sonrisa permanente, daba la impresión de ser la consecuencia del gran tamaño de su boca, se limitó sólo a observarme. 

Lo saludé, e inclino un poco su cabeza, sin quitarme de encima la vista.

Era sorprendente la semejanza de sus acciones y postura, igual al hombre común y corriente. 

Todo en el era proporcional. De piel grisácea, sus manos están cubiertas de gran cantidad de vellos, terminando con dedos normales, que se engrosaban al llegar a la falange, en forma de espátula. 

Vestía un uniforme gris-plomo, y en uno de sus brazos, bandas, de tipo militar.

Ciryl era el único que hacia preguntas. 

Los demás escuchaban atentamente, y no pude enterarme en que idioma o lengua hablaban.

-El viene de Júpiter, Enrique, allí hay grandes lagos, y estos se componen de agua, como en vuestros lagos y mares.- 

-Existen otros de metano líquido. Ellos viven en ciudades, dotadas de grandes ventajas, gracias a su tremenda tecnología, que las hace muy seguras.-

- No son los únicos, puesto que hay otras razas. Pero todos conviven en paz, superando ciertos roces de “antaño”.- 

- Esa raza, Enrique, viene específicamente de una luna-satélite, donde tenemos también bases. Así, te informo que hay dos satélites habitados.-

Para mis adentros, pensé que, a esa razón se debía, un cierto olor que noté, que emanaba el gigante. 

No se en que forma se comunicaba con el Joviano (originario de Júpiter). 

Solo hubo cruce de miradas periódicas, y un extraño murmullo entre dientes. 

De uno de mis bolsillos saqué un papel, donde tenia anotadas algunas preguntas, hechas por algunos de los miembros del grupo nuestro.

Tomé del bolsillo de mi camisa un bolígrafo “parker”, junto con un papelito, en donde traía anotadas varias inquietudes de los miembros del “grupo de contacto”, y anote una pregunta.

Ciryl llamó mi atención, y me pidió el bolígrafo. 

Lo tomó entre sus dedos, y lo pasó a sus compañeros, quienes lo examinaron curiosamente, y con estudiada metodología, lo desbarataron, parte por parte. 

En su idioma de “eses y zetas" se interrogaban, los unos con los otros, preguntándose tal vez, la forma de su funcionamiento. 

Ciryl captó mis pensamientos, porque al momento, tomo mi bolígrafo, y explicó algo que no pude entender. 

Una vez hecho esto, se dirigió a mí, y me invito a que buscara una “extraña hoja”, como de plástico transparente, que estaba en un compartimiento de la mesa.

Tomé primero algo como un tubito, unido a un delgado cablecito, muy flexible. Éste tendría, quizás, unos 12 o
13 cms. de largo, y un grueso de unos 12 milímetros en su redondez. 

Miraba el tubito por todas partes, tratando de descifrarlo, hasta que Ciryl, de nuevo, fue a mi rescate. 

Orientó mi atención a la cabeza del aparatito.

Al presionarlo un poco, sentí una leve vibración en la mano.

-Enrique, dibuja lo que quieras-, insistió Ciryl.

-El dibujo no es mi fuerte-, le dije.

-No importa, Enrique, por ejemplo, pinta la casa donde viviste de niño.-

-No Ciryl, mejor dibujo una mariposa, como las que cazaba de niño.-

Tracé las primeras líneas con ese tubito-bolígrafo, que terminaba en una esferita pequeña. 

¡Me quedé con la boca abierta!

Sobre el papel iba apareciendo una hermosa y bien definida mariposa, a todo color, ¡tal como la estaba imaginando! 

Era formidable, puesto que el bolígrafo interpretaba mis pensamientos, con una fidelidad asombrosa. 

Y no era un dibujo común y corriente. 

Puede apreciar el relieve del insecto, tridimensionalmente. 

Mi mano solo se limitaba a sentar el tubito sobre el “papel”.

Ciryl y sus amigos estaban sonrientes. 

Ellos, con su curiosidad, y yo, con mi sorpresa, me devolvieron el “parker”.

Procedí a leer una de mis preguntas:

-Ciryl, ¿Es cierto que sobre la misma orbita de la Tierra, pero al otro lado del sol, existe un planeta gemelo al nuestro?-

Esa interrogante llegó a un periódico de la capital, envido por una persona, que decía tener contacto con extraterrestres, provenientes de ese supuesto planeta.

-No Enrique. Ese planeta no existe. Vuestro sistema solar tenía 13 planetas.-

- Uno de ellos desapareció, a consecuencia de dos grandes guerras, hace mucho tiempo. Ustedes conocen esto como el “cinturón de Asteroides”.-

- El ultimo, y mas alejado, el número 13, es un planeta oscuro, y por lo tanto frío.-

- Allí van todos los seres que, después de varias pruebas o reencarnaciones, no han alcanzado un lugar apropiado en la escala elemental del progreso.-

- Esos seres, homicidas, ladrones, corruptos, fabricantes de muerte, que son los que promueven las guerras, etc. sufrirán allí los rigores lógicos, consecuencia del trato de otros seres, de su misma vibración o “calaña”.-

- Hasta que aprendan la lección permanecerán en ese medio, luego, se les dará otra oportunidad.-

- Pero no sólo los habitantes de la Tierra habitan ese horripilante planeta. Otros seres, de diferentes lugares de éste sistema solar, van para allá. -

-Es más o menos lo que vosotros denomináis como infierno, es en realidad un planeta inferior.-

El extraterrestre fue siempre muy preciso en las respuestas, y sin rodeos, explicaba claramente lo que quería decirme. 

-Ciryl, lo de la guerra causó mucho impacto entre los oyentes de mi grupo. ¿Acaso puedo seguir divulgando los detalles de ese acontecimiento?-

-Tú encontraras el momento indicado de decirlo, mientras tanto, trataré de concretar un poco más esas informaciones.-

- La gran guerra vendrá, y será antecedida por otra más pequeña y corta.- 

-Ese pequeño conflicto dejará heridas abiertas, para la gran confrontación.-

- Al principio, no se utilizarán armas nucleares. Todo esto vendrá cuando se esté hablando de paz, y cuando los hombres del mundo hayan encontrado más claves de la convivencia.-

- Pero habrá un TRAIDOR. Un pequeño conflicto intrascendente, tomara características incontrolables, y encenderá el detonador, que involucra a las llamadas grandes potencias.-

- Los políticos y sus gobiernos no pensarán jamás las consecuencias, que se derivarán de su intransigencia, y de su poco contacto con la realidad de los hechos.-

-¿Y como nos debemos preparar?-, le dije.

-habrá un compás de espera para el hombre.-

- Es el tiempo que corresponde a una mal calculada cronología vuestra.-

- Que tiene un largo tiempo de error. Esto de alguna manera ha servido para “proteger”, las Profecías, para que sea difícil situarlas en el tiempo terrestre.-

- Si se logra una interpretación más precisa, esos años le servirán al hombre para atenuar el conflicto, y para tratar de encontrar una mejor preparación.-

- Estad muy atentos a los grandes cambios ambientales, de la capa de ozono, el debilitamiento de vuestros lideres y su poca credibilidad, la perdida de valores religiosos, que los “religiosos” dicen tener, el crecimiento sin medida del crimen, y las pocas, o ninguna medida, que se tomen contra él.-

-Ningún gobierno del mundo podrá ganar la batalla de la inseguridad y el crimen, todo será aparente.-

- Si, Enrique, todo esto llena de angustia el corazón, y el espíritu se resiente.-

- Lo siento ¡esa es la verdad!-,

Ciryl continúo hablando, mientras a mi me invadía una profunda tristeza y desazón.

-Después de la guerra quedaran varios REMANENTES.- 

-En esos puntos, miles de personas sobrevivirán a los efectos, no solo de las radiaciones, si no, de otras secuelas paralelas a los efectos de las armas usadas.-

- Así que, de manera inevitable, el hombre, en su afán de poder y dominio, causará grandes destrucciones, que precipitaran al planeta a un cambio en sus ejes.-

- De allí en adelante se presentaran cambios climáticos, que en muchos países y en muchas zonas, serán difíciles para la vida.-

En ese momento, Ciryl interrumpió la conversación, al llamado de sus compañeros. 

Intercambiaron palabras en un extraño e inteligible idioma. 

Con apariencia preocupada, volviéndose a mí, pregunto:

-Enrique, ¿Qué harías si nosotros te comunicáramos que vas a morir con tu familia al pasar un determinado lugar, y en un determinado instante?-

-Ciryl, evitaría pasar por ese lugar, y lucharía contra las circunstancias que originarían mi muerte, y la de mí familia.-

-¡Esa es la respuesta correcta!,  Así, Enrique, nosotros, por todos los medios, intentaremos dar la voz de alerta, y esperamos que algunos espíritus temerosos de la destrucción de sus hermanos, reaccionen en forma provechosa, y luchen por salvar sus vidas.-

- Un espíritu fluirá a su debido tiempo, sobre muchos hombres, y llevarán un liderazgo nacido en su interior, y sabrán tomar medidas emergentes, de gran significación para todos.-

- Tendrán gran seguridad, y las gentes confiaran en ellos.- 

-Querido Enrique, debemos aclararte algo: No te fíes de que tu estarás protegido por nosotros. No podemos hacerlo, ni a ti ni a nadie.-

- La mejor protección que tiene el individuo, es la que el mismo se puede dar, de acuerdo a su propia manera de actuar, frente a los problemas.-

-Esto bien puede servir de aclaración a las muchas personas que piensan en la protección que supuestamente damos los extraterrestres, a ciertas personas.-

-¿Hermanos, ustedes van a intervenir en estos acontecimientos?-

- No podemos intervenir directamente. Existen muchas razones, y en eso hemos sido muy estrictos.-

Intervenimos sutilmente, implantando ideas o inspiración, en la mente de algunas persona, colocadas en ciertas posiciones.

-Entonces, ¿qué de todo ese dolor, miseria, desconsuelo, y tristeza?, ¿En qué va a parar todo esto?, ¿Ustedes no podrían darnos los puntos claves para mejorar la situación?

- Te lo volvemos a repetir: No podemos intervenir, no debemos hacerlo. A pesar de nuestros esfuerzos, hay varios que, con sus palabras y proceder, desvían a muchos reales buscadores de la verdad.-

-Pero, ¿ustedes no pueden aparecer más a menudo, con mayor frecuencia, ante las gentes de todo el mundo?, o por lo menos, ¿iniciar un contacto con los líderes y gobernantes de éste planeta?

-Enrique, esas preguntas te las responderemos de cierta forma. Ven sígueme.-

Regresamos al mismo sitio donde la pequeña nave parasita se acopló a la panza de la Nave Madre. 

Allí se encontraba un nuevo “platillo”, que no vi cuando llegamos. 

Tenía las mismas dimensiones del primero: 7 metros de diámetro por unos tres y medio de altura. 

Entramos a la sala de mando, y a través de su cúpula transparente. 

Sentí cuando una fuerza invisible lanzó el aparato por entre una “rampa”, recién abierta, al oscuro y envolvente vació nocturno.

Lenta, muy lentamente, nos dirigimos a algún impreciso lugar. 

Las estrellas, con suave tintinear, salpicaban la cúpula, de miles de puntos. 

Mirando el visor, una especie de pantalla de Tv, pero más alargada. 

Vi la nave Nodriza perderse, poco a poco, mientras nos alejábamos.

Solo íbamos los tripulantes “mercurianos”, Krisnamerck y yo. 

Calculé... pondrían ser las cinco de la mañana.

Bajamos a la parte inferior de la nave exploradora, a la cabina de observación.

-Enrique, me dijo Ciryl (Krisnamerck), vamos a responderte a la primera pregunta, de por qué no contactamos a las gentes en general. Observa detenidamente.-

La nave comenzó a descender,  yo seguía con el traje espacial puesto. 

Enfocaron a unas personas dedicadas a labores en ordeño. 

Eran dos campesinos, detrás de un establo grande. 

Tenían dos vacas atadas a una de las vigas del corral. 

Los sobrevolamos a unos 300 metros de altura, según los datos de Ciryl, de manera que no nos vieran. 

Tan pronto sintieron nuestra presencia, observaron incrédulos, y corrieron despavoridos a guarecerse en la pequeña cabaña, cercana al establo. 

Las reses, con apreciables muestras de pánico, tumbaron con las patas los recipientes de leche, y rompieron los lazos, lanzando coses a diestra y siniestra, y perdiéndose en estampida. 

Otras vacas, dentro del corral, y dos caballos, se mostraban intranquilas, con movimientos muy nerviosos, presintiendo algo anormal.

De la cabaña, salieron primero, un perro, y luego tres hombres. 

Les seguía una mujer, secándose las manos en su delantal, y un niño de 8 años. 

Todos miraban el cielo, señalando hacia el lugar donde nos encontrábamos.

Escondidos, o mejor, camuflados por una nube, apreciábamos todos los movimientos de esas gentes.

¡Me había respondido la primera pregunta! 

Para mis adentros pensé, que tal vez, al hombre, le hace falta mucha preparación para sufrir un contacto extraterrestre. 

Una idea cruzó por mi cabeza, y con ella, intenté justificar la actitud de los campesinos, atribuyéndoles su origen humilde e iletrado. 

Pero si eran ignorantes, ¿Cómo no se iban a asustar? 

Ciryl debió leer mis pensamientos. 

Interpretando mi sentir de aquel momento, dijo:

-Ahora vamos a realizar otra experiencia muy similar, pero con gente de la ciudad.-

Nos alejamos de la granja, aproximándonos a una carretera transitada, sobre todo de camiones cargados de ganado, alimentos, y materiales en general.

Los dejamos pasar sin novedad. 

A lo lejos, un Jeep, pero tampoco satisfizo a Ciryl. 

Unos minutos más tarde, se acerca un automóvil, a gran velocidad. 

Ese era nuestro objetivo. 

Al volante, iba un hombre de unos 35 años, charlando animadamente con su compañero de viaje. 

Juntos, con corbata un poco suelta y floja, sobre la camisa, delataba su origen citadino. 

Un tercero dormía en el asiento trasero.

Con una descolgada vertiginosa, nos movimos hacia el automóvil e intentamos demostrarles nuestras intenciones pacificas. 

El chofer, en rápida maniobra, lanzó el carro hacia un lado de la carretera, para quedarse embarrancado en una pequeña cuneta. 

Los dos hombres, de la parte delantera del auto, abrieron las puertas laterales, y se echaron a correr, con gran desesperación. 

El tercero se despertó bruscamente, sorprendido y desconcertado, y observó a sus compañeros correr a campo traviesa, y sin saber que ocurría.

Abrió la puerta, y miró hacia arriba, entre temeroso y desconcertado. 

Nosotros seguimos observando su actitud, a unos 200 metros de altura. 

Al vernos, también corrió e intento pasar una cerca de púas, rasgando su saco, y dejando parte de su ropa en el alambre. 

Los tres, gritando, se escondieron entre la maleza. 

Nos miraron de lejos, excitados, y no encontraron una respuesta sensata a éste suceso.

Nos alejamos del lugar. 

Ciryl, a mi lado, me miró, preguntando:

- ¿Qué te parece? ¿Qué dices ahora?-

-Son increíbles las reacciones humanas ante lo desconocido-, dije.

Esas personas son de otro nivel cultural y diferente, son de la ciudad. Ahora comprendo bien que “ellos” no pueden traumatizar a las gentes, solo para demostrarles su existencia. 

Además, esa no seria nunca la forma de entrar en contacto con nosotros. 

Necesitamos una preparación previa, muy bien dirigida por nosotros mismos, de hecho, ya ese programa esta en marcha.

- Enrique, vamos a responder la otra pregunta. ¿Por qué nosotros no contactamos directamente con los
Líderes y Gobernantes de la Tierra, o con gentes importantes?, Espera un poco más.-

Silenciosamente, y sin sentir movimiento alguno, nos dirigimos con velocidad moderada a gran altura, hacia un lugar desconocido. 

Había amanecido, y los rayos solares arañaban, delicadamente, la estructura metálica, produciendo colores de hermosas tonalidades. 

No acerté a mirar por la cabina de observación. 

Tal vez por estar sumido en mis confusos pensamientos.

Ciryl había abandonado la sala, y al entrar de nuevo, unos diez minutos después, llamó mi atención al ventanal. 

Se dibujaba, milimétricamente, como en los mapas de los libros, o fotos de satélite, el continente Africano, el que identifiqué sin gran esfuerzo. 

Con curiosidad me di cuenta de la posición del sol. 

Cuando dejamos a los aturdidos viajeros, estaba en una posición, y ahora se encontraba al otro lado. 

De hecho, había visto, sin poder explicármelo, dos amaneceres, o salidas del Sol. 

Ciryl me explicó que en esa parte del planeta estaba por la tarde, y agregó, desviándose del tema:

- Todos los fines de año, los lideres, aquí hablan de cosas, con hermosas palabras, refiriéndose a los derechos humanos, y en especial, al de los niños, también al hambre, en todo el mundo.-

- Planean fórmulas para acabar con esas lacras, y siembran de esperanzas a los corazones de sus súbditos.-

-La triste verdad es otra. ¡Mira la pantalla de observación, y medita sobre lo que te queremos decir!-

En un país africano, que no pude identificar, una aldea, perdida en una semidesierta planicie, presentaba un sombrío panorama. 

Una larga fila de mujeres, niños, hombres y ancianos, esperaban que le fueran entregados algunos pocos panes y otros alimentos. 

Infantes con abultados estómagos, comían sus mendrugos, mientras una multitud de moscas se paraban en sus caras y cuerpos. 

Mujeres embarazadas, con la mirada perdida, parecían contemplar sus críos, debilitados por el hambre.

En una ambulancia de la Cruz Roja Internacional, dos médicos, y dos enfermeras, atendía a los enfermos, vacunándolos y entregándoles una ración de comida. 

La fila era conservada, gracias al esfuerzo de miembros del ejército, que cada tanteo, levantaban las armas para mantener el orden. 

Todo era desolación y ruina. 

El viento levantaba tímidas polvaredas, hasta los rostros y cuerpos de estos indefensos negritos.

Unos ancianos, flacos y débiles, ayudados tal vez por familiares, esperaban ser atendidos. 

Observé con mucho cuidado, que en unas cabezas, habían algunas enfermedades desconocidas para mi, dejando al descubierto unos granos entre blancuzcos y sanguinolentos. 

El cuadro era triste y deprimente.

Ciryl agrego:

-Lideres espirituales y políticos, no sólo de África, sino de todo el mundo, hacen armas de esta situación.-

-Fundamentando sus promesas con ejemplos claros, como éste, que acabas de ver.- 

-Enrique, no hacemos contacto con personas de las que estamos desconfiando a cada momento.- 

-Personas que enarbolan sus banderas de la paz y de la compresión, cuando lo que pretenden, en realidad, es todo lo contrario, para así conservar sus posiciones de poder y prestigio.-

Nosotros observábamos el panorama escondidos o camuflados en una nube. 

Todo lo veíamos claramente.

El sol se estaba ocultando en el poniente. 

Esa gigantesca bola rojo-anaranjado daba la impresión de estar quemando todo. 

Eran un atardecer melancólico.

El dialogo sereno, pero preciso, abierto, y sin contemplaciones de Ciryl, era aterrador. 

No hizo ningún esfuerzo por menguar los efectos de sus palabras. 

Hablaba con la verdad a flor de labios, explicando paso a
paso, y con inderrumbables argumentos, la situación del planeta.

-Tarde o temprano, vosotros superareis esta situación.-, dijo él.

-Ciryl, ¿Cuándo es “tarde o temprano”?-

-No lo se a ciencia cierta, depende de muchos factores. Es verdad que muchos hombres y organizaciones han tomado un poco de consciencia, presionando a los gobiernos a dar soluciones más tangibles a los problemas. Sobre todo, los que tienen que ver con la educación. Luchan para que sean establecidos programas efectivos de control de nacimiento. Sin embargo, se ven frenados por el sistema de castas, precisamente en los países mas necesitados, y por las profundas y arraigadas convicciones religiosas. Esto impide soluciones a corto plazo. Solamente la necesidad inherente al desarrollo humano, por remediar estos problemas, lo llevara a trazar metas razonables. Los gobiernos tendrán que pactar acuerdos con las organizaciones religiosas para evitar un choque en la psiquis humana, en la concerniente a la educación y control, de la planificación de nacimientos. De esa manera, todo el planeta será beneficiado.-

Ciryl, con gran conocimiento de la política mundial, explicaba detenidamente el juego producido entre todos los sistemas del mundo. 

A decir verdad, fue poco lo que pude entender. 

Mis conocimientos sobre políticas eran escasas, y nunca me ha gustado inmiscuirme en esos predios. 

El extraterrestre lo sabia, pero continuaba su explicación.

-¿Cuál, es a su juicio, el sistema político más apropiado para dar solución a éste estado de injusticia y caos en todo el mundo?-, le pregunté.

-Ninguno, Enrique, ninguno va a prevalecer.-

No me lo dijo directamente, pero fue tajante. 

Yo supuse, que esto incluía al comunismo, al capitalismo, y a todos los otros sistemas políticos.

-También sucederá con las religiones, y no es un proceso cercano. Pero con el tiempo, los hombres aprenderán a desprenderse de sus lazos con las ideas religiosas que los atan, y lo mantienen esclavo.-

-Faltan muchos, muchos años, para lograrlo, pero al final sucederá.- 

-En realidad esos acontecimientos, algunos próximos a acaecer, forman parte de una cadena necesaria, par acelerar la evolución del hombre.-

-Muchas personas morirán en esos cambios, muchas especies de animales desperecerán.- 

-Las gentes lucharán en las ciudades para conseguir alimentos y sobrevivir.-

En un capitulo aparte explicaré detalladamente cómo sucederán esos acontecimientos.

La nave se encontraba en movimiento. 

Estábamos de regreso. A través del ventanal vi agua, y más agua. 

El mar, de un profundo azul, estimulaba mi imaginación para dirigirla al infinito horizonte. 

Si nuestro viaje al África duró cerca de 10 o 12 minutos, el de regreso demoró unos 20, hasta encontrarnos de nuevo en territorio suramericano, no sin antes me hubiera señalado Ciryl, algo, que se desplazaba por el cielo: ¡era un avión!

Cuántos pensamientos pasaron por mi mente en ese instante!

Al terminar el mar, una tupida y embarazada selva cubrió el panorama, por muchos cientos de kilómetros.

Volábamos muy alto. 

Recordé las palabras de Ciryl, quince días atrás, en la madrugada del 3 de noviembre, cuando se refirió a la forma como tomaban sus alimentos de los árboles, y almacenaban la clorofila para procesarla más tarde. 

Según los extraterrestres, eligen las mejores y más nutritivas clases de plantas, precisamente aquí, en Sudamérica, pues la riqueza vegetal es muy variada, permitiéndoles seleccionar a sus gustos. 

Hasta lo que pude enterarme, los viajeros de la pléyades no consumen carnes, sólo especies de mariscos, muy deliciosos, y de un valor nutritivo alto.

Habíamos penetrado bastante a la selva Amazónica. 

Pude detallar muy bien lo ríos, y algunos claros selváticos, gracias a que volábamos muy bajo, y a velocidad reducida. 

Esa sensación de lentitud quebró mi aparente apatía durante el viaje.

Hasta ese momento seguía sin entender cuales fueron las verdaderas razones que propiciaron mi encuentro con los extraterrestres. 

No siendo un personaje importante en éste mundo, sin conexiones ni influencias, con una vida intrascendente hasta el contacto con “ellos”. 

Decían que yo conocía la razón de todo esto, y la verdad es que la ignoraba por completo. 

Sólo había algo que me unía estrechamente a Ciryl. 

Era un sentimiento diferente al de una simple amistad. 

Lo sentí como hermano…muy profunda era la sensación. 

Esa afinidad propia de seres que se han conocido por mucho tiempo, encontrándose en una situación adversa, y con el ánimo de ayudarse mutuamente.

Pueden ser suposiciones, pero Ciryl era mi hermano en el tiempo y en el espacio.

Ni siquiera los miembros del grupo captaron el real significado de ésta experiencia colectiva, porque hoy, años después, estamos distanciados, no sólo física, sino espiritualmente.

¡Estuve solo, y sigo estando solo!

Las conversaciones de mis amigos alienígenas, en vez de aclarar los pensamientos, los iban sumiendo en la más completa oscuridad. 

Por eso, inclusive para mi, es un poco difícil reconstruirle un sentido exacto a sus palabras, pero lucho por comunicar las idea que “ellos” pretendieron inculcarme, durante los encuentros físicos, a bordo de sus naves, y en los casi 100 mensajes telepáticos, al calor de las agotadoras reuniones, conjuntamente con los integrantes del grupo. 

No estaba protegido, y quedaba a mi propio criterio el contar con detalles toda mi experiencia. 

Tampoco tenía la menor idea del servicio prestado al contactar con los extraterrestres.

La nave se iba deslizando suavemente, en nuestro recorrido por las selvas suramericanas. 

En un claro grande, entre los árboles, divisé un caserío indígena. 

Mire a Ciryl en ese momento, pero él le restó importancia al hecho. También él pensaba.

-Enrique-, dijo,- ésta no es la última vez que nos veremos. Aun falta entregarte algo importante para que lo des a conocer, si tu lo estimas conveniente. Pero recuerda que no tendrás apoyo ni ayuda de nosotros.-

-Ciryl, ¿ustedes ven a menudo esa tribus en la selva?-

-Si, lo hacemos, pero hasta el momento no hemos entrado en contacto con ellos.-

-Pero, ¿cómo es posible que ustedes no intervengan, dándoles alguna motivación, a estos indígenas, para salir de su atraso, y salvajismo?-

-Solamente una vez hemos intervenido con ayuda, a éste tipo de organizaciones atrasadas, hace muchos años, quizás más de 40, y evacuamos de éste planeta unas 38 personas, miembros de una tribu esquimal. La mayoría, ancianos desprotegidos y hambrientos, que sin nuestro concurso, hubiesen perecido, irremediablemente. Los jóvenes habían abandonado a sus mayores, se fueron en busca de trabajo a las exploraciones petroleras de algunas zonas. Como bien lo debes saber, los esquimales viven de la caza y la pesca, y el intercambio de pieles, con cazadores de esas regiones. Sin estos recursos, habrían muerto. Fue una intervención necesaria. -

En el fondo, esa respuesta conllevaba una contradicción. 

Habían ayudado a los esquimales, pero no querían establecer contacto con éstos indígenas de las selvas, no entendí por qué. 

No me quedaba otra posibilidad de preguntar directamente el criterio de ellos sobre el hombre mismo.

-Ciryl, ¿cuál es tu concepto, de fondo, sobre el Ser mismo?

Como si hubiese estado esperando una pregunta, Ciryl, sin miramientos y contemplaciones, tajante y seguro, me respondió:

-El hombre es la LEY. Por el hombre y para el hombre se han creado los mundos habitados, y todo lo que existe en ellos, para ser utilizado por los seres humanos. El puede controlar las fuerzas de la naturaleza, siempre y cuando obre con sabiduría, al conocer las leyes que lo rigen. Todo puede ser sometido por el Hombre. El Hombre es la LEY y la LEY es la Suprema Armonía Universal. No es el hombre de la Tierra, es el hombre del Universo. El hombre es la síntesis del Universo, Principio y fin de todo. El día que desaparezca, desaparecerá también con él, El universo. En el hombre está contenida toda la Sabiduría Universal. El es LA LLAVE, es la Clave.-

Con cada una de sus expresiones, Ciryl me estaba demostrando las diferencias entre la lógica humana, y la lógica de los extraterrestres. 

Por lo visto, es la nuestra la equivocada, porque estaba aportando un gran conocimiento y sabiduría para respaldar sus ideas. 

Esto es sólo una apreciación mía.

Fuimos dejando las selvas, y nuevamente el inmenso llano se abrió, con todo su esplendor y vistosidad.

Desde arriba era muy fácil apreciar el panorama con amplitud.

Ciryl se levantó de su asiento, y salió de la sala.

En el momento de hacerlo, uno de los tripulantes mercurianos entró, y siempre sonriente, solo atinó a dirigirme una mirada sin pronunciar palabra o sonido alguno. 

Era Ciryl que me comunicaba sus mensajes, y guiaba mis pasos. 

El mercuriano miró a través de la claraboya (tragaluz, forma reducida), hizo un gesto, y salió de nuevo. 

Desde mi asiento podía ver, cómodamente, a través de la ventanilla (más parecida aun visor), que se podía mover para darle la graduación conveniente. 

Habían transcurrido unos minutos, cuando Ciryl entró.

-Vamos a llegar a nuestra nave. Es importante que puedas observarla de cerca.-

Subimos a la cúpula, donde se encontraba la sala de controles, y se guiaba la nave. 

En el inmenso cristal, vimos un punto opaco, que iba aumentando de tamaño, hasta dejarnos ver la suntuosa e impresionante Nave
Madre. 

La velocidad a que iba, nuestra pequeña nave, daba la impresión de lanzarnos hacia un choque seguro.

De la parte inferior de la “ballena” se fue abriendo, poco a poco, una rampa. 

Éste acople fue en extremo diferente a nuestro primer viaje. 

Al hacerlo, todos los controles del mini-transporte se apagaron. 

Una fuerte succión manejaba la dirección y velocidad. 

Daba la impresión de que a bordo nada funcionaba. 

Ciryl y los “mercurianos” observaban muy atentos la maniobra, sin inmutarse un solo instante.

Durante todo el viaje no sentí movimientos, pero ahora, sin ser violentos, rítmicamente me sentí balancear.

La velocidad de mi cuerpo fue estimulada por un campo eléctrico, sin provocarme molestas sensaciones.

Pude apreciar, en la parte de atrás de la nave, unos gigantescos tubos rectos, cuyo servicio no pude deducir.

-Enrique, con ésta nave realizaremos una operación de limpieza en esa zona.-

El mini transporte, perfectamente teledirigido, entró por una compuerta abierta, y se depositó suavemente en un “hangar” muy grande, donde se encontraban otras naves.

- ¿te sientes bien? ¿Has experimentado alguna sensación extraña?-, inquiría Ciryl. 

Asentí con la cabeza.

-Sólo te durará un minuto. Es el campo electromagnético que se ejerce sobre ésta nave.-

Ciertamente, mi cuerpo sufrió una especie de vahído con una extraña sensación, pero duro solo eso, un minuto.

Ya conocía el camino hacia la sala de la primera vez, y por ella nos dirigimos rápidamente. 

En el salón se encontraban las mismas “personas”. 

Sabían de nuestra llegada, y nos estaban esperando.

El diálogo se inicio de nuevo. 

Habían transcurrido unos diez minutos cuando se abrió la puerta corrediza.

Hizo su aparición un extraño personaje, de unos 60 cms de estatura. 

Su cabeza muy grande, y abultada, dejaba ver a perfección las impresionantes rugosidades de su masa encefálica. 

En vez de cráneo, tenia, en algunas partes, algo parecido al cristal. Sus ojos eran saltones.

Caminaba como autónoma, balanceando su cuerpo de un lado a otro. 

Los hombros muy angostos, permitían la formación de una espalda en forma triangular, terminado en una cintura muy delgada. 

Por primera vez, en el momento que dejo ver su espalda, observé un extraño símbolo.

Todos voltearon sus miradas, y durante un segundo, reino el silencio. 

Éste extraño personaje salió por otra puerta, y se perdió, sin que me dieran alguna explicación. 

Era una especie de robot, pero con algunas características humanas. 

Creí entender que lo presentaron con el único propósito de que lo viera.

Volvimos a la conversación. 

Cabe agregar que no se me permitió apuntar ni una sola palabra, todo debía memorizarlo. 

Como la charla se prologaba continuamente, tosía, para aclarar mi garganta. 

Ellos, con mucha curiosidad, miraban a Ciryl, y éste me preguntó:

-¿has sido operado de las amígdalas?-

-si, me las sacaron en 1968.-

-no has debido permitirlo, para la salud del cuerpo humano es imprescindible tenerlas completas.-

Ya era demasiado tarde ese consejo. 

Me las habían extraído, y nada podía hacerse. 

Todos sonrieron, en especial Ciryl, que con la risa franca y espontánea, debió haberle hecho gracia mi operación de las amígdalas. Sus compañeros de viaje, con la sonrisa mas controlada, delataban también desconcierto.

En éste agradable intermedio, donde me sentí relajado, y muy a mis anchas, oí una puerta que se abría. 

Fue una de las visiones más impresionantes, de cuantas experimenté en la nave.

Dos mujeres entraron a la sala de conferencia. 

Recordé, cuando en mi primer viaje, pensé en la posibilidad de que hubiesen representantes del sexo femenino, y “ellos”, leyendo mis pensamientos respondieron afirmativamente. 

Había llegado el momento de verlas. 

Su dorado cabello servía de marco a los rostros más bellos que yo haya visto en mi vida. 

¡Cuanta envidia hubieran sentido Goya o Da Vinci! 

Altas, como sus compañeros de la Pléyades, quizás 1.75mts., balanceaban sus esculturales cuerpos, mientras caminaban. 

Se acercaron a la mesa donde nos encontrábamos. 

Nadie se levantó, como si la caballerosidad no existiera entre ellos.

Una de ellas se volvió hacia mí, y con una pronunciación bastante deficiente, me habló, saludándome:

-Buenos días, Enrique….-

- Hermana, muy buenos días., ¿como está usted?-

Con una leve inclinación de cabeza, comprendí la respuesta. 

Se apoyo en uno de los bordes de la mesa, en donde se guardaban muestras. 

Su expresión, muy humana y femenina, balanceaba una de su piernas, permitiendo observar su muslo, bastante bien formado. 

El traje ceñido, no permitía ver la forma de su busto.

Su compañera, algo apartada, y de espaldas a nosotros, mientras examinaba alguna cosa. 

Dejo ver su hermosa cabellera, lisa, muy lisa, hacia un extraño giro, para pasar por una especie de trabilla, tipo militar, sobre cada uno de los hombros, y caer con un entremedio, hasta casi llegar a la cintura. 

A decir verdad, era algo muy coqueto. 

Pude apreciar en sus ademanes un deseo profundo de agradar y ser amistosa.

Pensé que esa manera de obrar era algo propio de las mujeres de la Tierra. 

Pero aquellas astronautas de las pléyades me estaban demostrando lo contrario.

Permanecieron en la sala dos o tres minutos. 

Con una leve venia, desaparecieron por las puertas corredizas.

Ellos me mostraban las cosas sutilmente, como llenando los vacíos que me presentaban a cada momento.

Algo inolvidable es la forma como me explicaron el desenvolvimiento de la trama de la evolución humana terrestre, comenzando con la espantosa conflagración muy próxima en el tiempo.

-La copa se ha rebasado, Enrique. Ya no es posible echar marcha atrás. Desafortunadamente los espíritus más alertas sabrán reconocer los hechos propiciatorios de esos acontecimientos. Pero al dar la voz de alerta, no se les creerá, y por el contrario, serán mofados y ridiculizados. Se desarrollara un incidente en Oriente, que repercutirá en los Estados Unidos, a nivel diplomático primero, para extenderse a Europa, para terminar en Asia. Eso, es muy posible, que se pueda evitar, gracias al buen juicio de dos hombres latinos. Esto posiblemente ocurrirá cuando se hayan firmado tratados de paz más seguros, y el hombre se sienta totalmente protegido. Una de las señales que se verán para identificar esos momentos, será, cuando algunos países latinoamericanos estén casi arruinados, y se atrevan a protestar. Y esto no demorará muchos años. Todas, absolutamente todas las organizaciones políticas y religiosas caerán, sin contemplaciones.-

Me quedé estático y frió. 

Ciryl, solo me miraba, midiendo mis reacciones a tal predicción.

-¿Cómo es posible que éstos acontecimientos sucedan aquí?- Inquirí entre incrédulo, pensando que eso no fuera posible.

-El futuro es muy inestable, Enrique. Cambia de acuerdo a las acciones de los hombres, y a las decisiones de otros pueblos. Por esta razón dije “posiblemente”. ¡Hay que estar Alerta!-

Poco a poco fueron delineando la complicada maraña de inconvenientes, que en cierta forma, también los afectaba a ellos.

-La lucha no es sólo entre vosotros. También nosotros estamos involucrados directamente. Nos esforzamos por superar a la OTRA FUERZA, CONTRA LA CUAL COMBATIMOS DURANTE LARGO TIEMPO, en nuestra propia tierra. La “otra organización”, como nosotros, es de procedencia extraterrestre.

Pertenecemos la Gran Hermandad Cósmico Solar, a la cual, vosotros, tarde o temprano, tendréis que uniros. Al hacerlo, recibirán todas la prerrogativas y beneficios de otras organizaciones, similares a las humana, permitiéndoles un contacto mas estrecho con éstas “sociedades avanzadas”, de otros planetas. Ésta lucha, de que os hablo, se ha trasladado aquí, ahora, en tu propia Tierra. Lo que ha ocurrido es que, ustedes no se dieron cuenta de cómo ocurrió ésta invasión tan sutil, basados en que siempre creyeron que estaban solos en el Universo. ¡Ésto fue fatal!. Ustedes nunca esperaban un enemigo que “no existe”, lo cual aprovecharon estos indeseables visitantes extraterrenos. Muchos gobiernos creen todavía que el gran enemigo esta aquí mismo, en la Tierra. Lo mismo ocurre con las religiones. Pero esa fuerza que ha doblegado varias sociedades y planetas, está ¡AQUÍ! y ¡AHORA! Nosotros los Pleyadinos nos enfrentamos al mal, jamás lo ignoramos, pues sabemos de sus artimañas y como actúan.-

-Enrique, el conocimiento del mal lleva al individuo al enfrentamiento consigo mismo, para colocarse en el bando correspondiente, sólo asi se puede vencer al ponente. ¡Nosotros lo hicimos y hemos vencido!, Los ignorantes y fanáticos creen que ignorando la existencia del mal pueden vencer, pero si no conocen al enemigo, no se pueden proteger. La historia terrestre esta saturada de ésta lucha para prevalecer. Así pues, no la ignoréis por más tiempo, porque os puede sorprender.-

Al oír a Ciryl, hablando como lo hizo, me quede perplejo. 

¿Cómo iba yo a lograr hacer que los líderes o gobiernos me escucharan sobre éste particular?

No me consideraba preparado, y mucho menos con el valor de emprender una cruzada a nivel mundial, para poner en alerta al humanidad. 

¿Cómo hacerlo? ¿Quién me ayudaría? ¿Con qué contaba, y, cómo lo haría?

A esto, sumado que, mucha gente ha creído que estoy loco. 

No ayudaba pensar, que, ¡necesito pruebas! 

Así, quizás me atreva a enfrentar al público, y a las gentes en general. 

Ahora comprendo lo difícil que es transitar el camino evolutivo, con los ojos de la ignorancia.

En éste segundo encuentro, tuve la oportunidad de conocer dos o tres razas. 

Los mercurianos y el ser de de Júpiter. 

La tercera vendría a conocerla, algunos meses después, en 1974.

Llevaba ya varia horas sin dormir, tenia un hambre voraz. 

Sin pedirlo, me ofrecieron “mana”, el efecto fue casi instantáneo, y mi apetito desapareció. 

Un agradable calorcito recorrió mi cuerpo, sintiéndome fortificado, pero el sueño no pasaba.

-Tengo mucho sueño, y me gustaría descansar-, les dije-, ¿Hasta cuándo me tendrán aquí en la nave, hermanos?

-Nosotros te podemos regresar al sitio que te acerque más a una carretera, en el momento que tú lo indiques. En cuanto a descansar, puedes hacerlo aquí mismo, en la nave.-

Me llevaron a un salón, donde habían extendidas, a lo largo, no menos de 30 capsulas-camas, de un material vítreo, creo, en las que se podían ver cómodos acolchados. 

Ciryl, nuevamente, fue el encargado de explicarme algunas cosas acerca del “funcionamiento” de las cómodas camas.

Dentro, al lado derecho, y al alcance de las manos, había unos botones, y un conjunto de LED´S (diodos o bombillos muy pequeños, luminosos) con marcas. Éstos, una vez pulsados, producen un movimiento de
“cuna” o balanceo, si uno quiere hacerlo. 

Al pulsar otro, da una oscuridad, y otro claridad, al gusto del “durmiente”, que ocupe las extraordinarias camas. 

Pensé hasta en patentarlas en cuanto regresara. ¡Qué suavidad, qué comodonas! 

Calculé en 1.20 cms la anchura de ellas, y quizás, 2 mts de largo. 

Ciryl me hizo recorrer con él el salón, para que me sintiera en confianza, para dormir. 

Llegamos al final, hasta una puerta de cristal oscuro. 

Ciryl oprimió un botón al lado izquierdo, y la puerta se corrió. Era un cubículo para descanso individual. 

De pronto, de la pared, salió una “capsula-Litera”, y Ciryl me la ofreció.

-Cuando te acuestes, puedes quitarte el traje o si lo deseas, pues dormir con el.-

Pude observar, de nuevo, en los ángulos de pared-techo, que no habían ángulos rectos, eran arcos ovales.

-No te preocupes Ciryl. Como pienso dormir unas tres horas, no habrá necesidad de quitármelo.-

Ciryl sonrió, como divertido, y se alejó rápidamente, no sin antes decirme que él me despertaría, en el momento indicado.

La puerta de cristal se cerró, y me encontré solo en el cubículo. 

Estaba iluminado con una luz dorada, que no me molestó un solo instante. 

Frente a mi, colgado sobre la pared, había un cuadro con una extraña figura, de un animal alado, terminado en serpiente como tema. 

Se parecía a los dragones pintados en los libros de la Mitología. 

Las alas como de vampiro, le daban un aspecto terrorífico. 

El color verdoso de ese animal, sin hacerlo repugnante, era lo que más resaltaba. 

Mis parpados se fueron cerrando, haciéndose más pesados, hasta que me dormí, con la placidez de un niño. 

Fui despertando cuando habían transcurrido nueve horas.

Ciryl, de nuevo está guiándome, para recibir más información.

Durante todo el desarrollo de ésta segunda experiencia con los extraterrestres, tuve la oportunidad de hacer preguntas. 

Una de ellas al Comandante Krhamier, de las Pléyades. 

Yo me encontraba un poco deprimido, y con cierta angustia, después de escuchar las tajantes explicaciones y argumentos de Ciryl, durante nuestras charlas.

En la primera oportunidad le pregunte:

-Hermano Comandante Krhamier, (se sonrió) ¿Cuándo cree usted que sobrevendrá la paz al planeta, y pueden ustedes intervenir o ayudarnos de alguna manera?-

Aquí me dijo que era mejor no les siguiera llamando “hermanos”, que era preferible me dirigiese a ellos por sus nombres. 

Asentí con la cabeza, aceptando tal insinuación. 

Krhamier continúo:

-La paz, en vuestro planeta, no depende de nosotros, ni de vuestros llamados avatares, en esencia, depende de como utilicéis los conocimientos, y la Ley, que ya os dimos.-

Aquí sin duda, se referee a las Enseñanzas Milenarias de que hablan los Libros Sagrados de todas las religiones del mundo, los Papiros, los Tratados Antiguos y la tradición oral de todos los pueblos. 

Krhamier aseguro que no existía lugar en el planeta en donde no se hubieran impartido estos conocimientos. 

A través del tiempo, se había impulsado, también, con “otros mensajeros”, conocidos como grandes Instructores de la Humanidad, los mismos conocimientos.

Al hacer un alto, para calmar el ritmo de mi respiración, impactado por lo que escuchaba, también el comandante se tomo una pausa, mirándome, muy detalladamente.

Lancé otra pregunta, que se atoraba en mi garganta y en mi corazón. 

Por largos años no acepte, igual que miles de personas en el mundo, que “nosotros descendíamos del mono”. 

Esto, por mucho tiempo había chocado conmigo, sin encontrar una sólida respuesta.

Era el momento.

-Comandante Krhamier, ¿cuál es su pensamiento personal, o de ustedes, si se puede saber, acerca de la enseñanza en nuestro planeta, de que los hombres somos descendientes directos del mono?-

Con cierta timidez, miraba el rostro de Krhamier, al pensar en suspenso una repuesta, que ha inquietado a la humanidad entera.

¡La respuesta fue tajante y devastadora!

-Una de las más grandes equivocaciones de vuestra civilización es el haber catalogado al Hombre como
“animal racional”, rebajándolo al nivel de las bestias. Si lograrais entender los principios de su creación, comprenderéis que entonces, el hombre, en su comprensión de la Vida, puede rebajarse con su proceder, al nivel de las bestias, o elevarse, con su actitud, al nivel mismo de LOS DIOSES.-

Al escuchar tal afirmación, mi alma, que estaba acelerada, volvió a hacerme sentir hombre de nuevo.

Tome confianza, y pregunté de nuevo:

- ¿Cómo podemos, y a quién dirigirnos, para expresar que no somos únicos en el vastísimo Universo?-

- Los sabios y científicos terrestres ya deberían suponer la existencia de vida inteligente en otros planetas. La gran mayoría sabe que existen muy buenos testimonios sobre los llamados “avistamientos” de naves (llamados platillos voladores u ovnis), observados por personas idóneas, que han sido ridiculizadas, calumniadas, vejadas, y obligadas a callar, para mantener la creencia de que están solos en el Universo. Las mezquinas mentes de algunos estadistas y organizaciones, han sacado muy buen partido de este silencio obligado, capitalizando a su favor el factor tiempo, para obtener durante sus estudios e investigaciones, tecnología superior y un avance nunca antes soñado en corto tiempo sobre la medicina e ingeniería genética. Ya algunos gobiernos, grupos militares y científicos, han logrado obtener un gran desarrollo en estos y otros campos.-

Aquí le interrumpí:
-¿Como lo han logrado, sin que nadie se haya enterado en todo el mundo?, ¡Es, a mi modo de ver, muy difícil de ocultar!-

-Si Enrique, no han trascendido a los por menores de ciertos sucesos y acontecimientos que hace años se han venido originando. Solo te informaré de manera general –algunos estrellamientos de “naves exploradoras” de otras razas, han sucedido aquí en la Tierra, de donde se extrajeron los cuerpos de extraterrestres sin vida. En otras ocasiones, algunos vivos fueron tomado cautivos por militares de algunos de sus gobiernos, siendo sometidos a fuertes interrogatorios, coaccionándolos, para obtener formulas y conocimientos en varias ramas de las ciencias. Esto estaría bien, si la humanidad estuviera lista para manejar los conocimientos superiores que beneficiaran a todos los pueblos, pero NO ES ASI. El hombre a través de su evolución de múltiples etapas y por curiosidad natural y espíritu investigador, ha manifestado, de muchas y variadas formas, su deseo de descubrir nuevas fronteras, es como “si algo lo impulsara” a obtener respuesta de los enigmas que han preocupado a todas las razas de la Tierra. Este deseo ES GENETICO, y como tal, desencadena un mecanismo de búsquedas incansable al encuentro de respuestas a su sed de saber. Por esta razón, cuando el hombre alcance LOS CONOCIMIENTOS DE LA LEY, entonces, nunca como antes tendrán los valores para manejar estos conocimientos superiores que lo llevará, primero al encuentro y descubrimientote si mismo, y luego, al camino hacia las Estrellas.-

- Algo más Enrique. Los científicos terrestres deben suponer ya, que necesariamente un desarrollo como el que existe hoy en la Tierra, en los campos de la tecnología electrónica, la computación, medicina, ingeniería genética, y el científico en general, no se desarrolla en tan corto tiempo. Por lo tanto es necesariamente “importado”.

Aquí le interrumpí para dar paso a otra pregunta que ya bullía en mi cabeza, pero el discurso del extraterrestre me tenía fascinado, y le inste a que me disculpara para que siguiera adelante en su disertación.

Retomando la charla continúo:

-También se sostiene que los viajes interestelares son imposibles. Existen mentes muy estrechas entre los científico que solo anulan el sano desenvolvimiento de la inteligencia. Han sometido a la humanidad y le han robado su espíritu de superación. La imaginación ha sido bloqueada. Esto unido a lo que han hecho las religiones de todo el mundo. Debes saber enrique, que hay túneles inter-espaciales de energía de “placton” (de alimentación) que nuestras naves detectan y utilizan para su desplazamiento a velocidades inconcebibles para vuestros científicos. Esto depende, por supuesto, del tipo de nave que se utilice, ya que nuestra ciencia y tecnología nos ha permitido desarrollar sistemas que rayan en lo inverosímil y fantástico. Esto también ha sido una de las razones para que en el pasado, nuestra presencia fuera tomada en la Tierra por visitas de los “dioses”. Nuestra presencia aquí, en este planeta, no será revelada oficialmente hasta después de finalizado el siglo.-

En tanto el tiempo iba pasando, me sentí inquieto, tratando de determinar el lapso transcurrido, ya que mi reloj, al igual que la primera vez dejo de funcionar. 

Me preparaba para mi partida, y esta vez, me dejarían muy cerca de la ciudad de bogota.

Me pidieron entregar el traje o uniforme, lo mismo que las botas. Ciryl, bromeando conmigo, dijo:

-Enrique, tal vez algún día te dejaremos uno de estos trajes, para que los guardes como recuerdo de nuestros viajes.¬- 

Ciryl reía y se le veía de buen humor. 

En ese momento me dio a entender que yo era el único visitante de sus naves. 

La rápida y hermosa nave se acercaba a una carretera muy transitada, en donde me seria fácil tomar transporte, y llegar a Bogota. 

La zona escogida par el descenso tenía mucha área verde y árboles (pinos y eucaliptos). 

Estaba seguro, era al norte de la capital. 

Efectivamente, el sitio en donde ahora me depositaban distaba solo unos quinientos metros de la carretera de un pueblo llamado “La Caro”.

La nave descendió hasta posarse suavemente cerca al abrigo de un gran conjunto de árboles.

Nos despedimos afectuosamente.

-¡hasta luego amigo, Llévale mis saludos profundos al grupo!-

Ciryl me estrecho fuertemente las manos.

-¿Dónde están tu otros compañeros?-, le pregunté.

-Se encuentran arriba, Enrique-

-Dale mis recuerdos Ciryl.-

Con una agradable sonrisa de amistad, Ciryl me respondía. 

Le estreche de nuevo las manos golpeándole alegremente el hombro derecho.

-¡Dios te acompañe Ciryl!-

El solo sonrió. Baje con rapidez, y caminé hasta la carretera, haciéndoles señas de amistad. 

Las patas se metieron, la escotilla se cerró, y a gran velocidad, el aparato volador se alejó, dejándome ver por ultimo una hermosa perla alunada que se perdía en la lejanía.

Estaba amaneciendo. 

Caminé con seguridad, y pegué dos saltos de alegría, levantado mis puños cerrados,

Lancé un tremendo grito, como de victoria, Yaaaggggiihhh!!!

En menos de una hora la carretera estaría muy transitada.

Así terminó mi segundo encuentro con los extraterrestres, permaneciendo con ellos aproximadamente 26 horas.




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