viernes, 17 de julio de 2015

Parte 19: “EL MAESTRO SABIDURIA”. Ovni, La Gran Alborada Humana.











Enrique Castillo Rincón, la historia verídica, de un hombre contactado.
1974. Caracas, Venezuela.







Mañana del 25 de Diciembre, de 1974. Eran las 7 de la mañana, cuando tocaron suavemente la puerta de mi cuarto. 

A todos nos avisaban estar listos para pasar al comedor a desayunar. 

Patatas al vapor, con caldo de vegetales deliciosos, pan de tres clases diferentes, tostado, integral y horneado blando, leche tibia, te de pétalos, y de jugos de frutas.

Cada cual se sirve a su gusto. 

Dos indígenas parados al lado de cada mesa, sonreían solícitos, ofreciendo más.

El agua fresca era al clima.

Nos ofrecieron, una vez descansados, un baño muy particular, de un chorro que hacia “piscina”, de agua corriendo detrás de la cabaña. 

Eran aguas termales de temperatura deliciosa. 

Nos brindaron para bañarnos, unas faldas tipo toalla, como las que se usan en los saunas, y algunos lo hicimos, y era divertido vernos con esa prenda. 

De 15 a 20 minutos fueron suficientes. Luego nos duchamos y alistamos.

El instructor 4 nos esperaba para darnos las últimas instrucciones, que ya el 1 había hecho.

Llegó la hora señalada. Nos llevaron por un pasillo subterráneo. 

Antes, algunos recordaron que era navidad, y nos dimos, recíprocamente, un saludo durante el desayuno. 

La única mujer contacto de todos se veía entre feliz y nerviosa. 

Ciryl, Khrunula y otros dos extraterrestres, hicieron su aparición en la entrada del subterráneo. 

Los saludos fueron efusivos, y a mí en particular, me dio gran alegría y confianza verlos. 

Ciryl, después de saludar a todos, y desearnos bienestar, se acerco a mí para acompañarme por el pasillo.

Momentáneamente puso su mano sobre mi hombro. 

La luz, que salía del suelo, iluminaba todo el pasillo.

El piso era como de bloques de algún material de plástico duro. 

Todo era muy claro, y no producía reflejos molestos.

Caminamos unos 80 metros, casi en línea recta, y al final, una pequeña y poco pronunciada curva, nos indicaba el final, pues se sentía el fresco, y se vislumbraba la luz natural del día. 

Observé la cara de sorpresa en los rostros de quienes iban adelante, con el instructor guía. 

Dos de ellos sacudían sus manos en señal de asombro. 

Al salir, vimos suspendidas cuatro naves, (esos objetos, si identificados) de unos cuatro metros de tamaño, totalmente bruñidas, sin aparentes ventanas o puertas. 

Estaban, quizás, a unos 8 o 10 metros del suelo. 

Pasamos la mano debajo para “sentir algo”, pero nada. 

Se encontraban a un lado de la salida del túnel. 

Vimos todo la magnificencia del increíble paisaje andino, con montañas, que a lo lejos coronaban con nieve su picacho. 

Un valle hermosísimo estaba a nuestros ojos. 

“Guanacos” (mamíferos rumiantes propios de la región) y llamas, adornaban el paisaje del valle, donde dos indígenas, sentados en el verde prado, cuidaban un rebaño de unas 20 cabras.

Reinaba una inmensa expectativa entre nosotros. 

Vimos la llegada de los pobladores, hombres, mujeres, niños y jóvenes, que tomaban lugar, sentándose en la grama verde, contra un gran farallón, que a manera de muro, desviaba el viento frío, que chocaba CONTRA SUS ENTRAÑAS. 

Todos los pobladores extendían saludos, inclinando la cabeza, y agitando sus manos hacia nosotros, en señal amistosa.

Unas mujeres jóvenes tiraban al suelo ramitas, hojas y pétalos, de variadas flores, alfombrando el contorno de una entrada. 

El Instructor pidió un saludo general de todos, para los 24 amigos y hermanos, de una manera muy original. 

Agitando los dos brazos y pronunciando un AAAHH! Muy prologando. 

Solo atinamos a decir: gracias, gracias.

El Instructor se acercó a la entrada de un túnel, de roca viva, y batió las palmas de las manos dos veces. 

Se retiró a un lado, e hizo aparición el ser más increíble, del que jamás nadie haya hablado. 

¡Mi asombro no tuvo límites! 

Para mis compañeros igual. Aquel era la misma figura de Jesús, El Maestro. 

Pensé, inmediatamente, que por eso nos habían traído Los pleyadinos. 

Jesús esta aquí, en cumplimiento de su profecía. 

Nos miramos sin articular palabra. 

Fueron unos segundos de gran suspenso. La figura era igual a la que existe en todas las casas de los cristianos del mundo. 

La barba, el pelo y su edad. Le calculé 37 años. Vestía una bata color café claro, ceñida a la cintura con una faja de tela. 

El tejido daba la impresión de estaba elaborado con cabuya, manga 3 cuartos, y abierta en el cuello, donde podíamos ver los vellos del pecho. 

Sus brazos y manos indicaban poca exposición al sol. Sus pies calzados con sandalias casi enterizas. La bata llegaba bajo las rodillas.

Se inclinó, a manera de saludo, pasando su brazo derecho al hombro izquierdo y la mano izquierda debajo de la axila derecha, y luego, el mismo movimiento a la inversa. 

Irradiando una mirada que abarcó a todos los presentes dijo:

-Yo no Soy el que vosotros creéis que soy.

Mi nombre es mil nombres, dadme cualquiera de ellos, y eso soy.

Yo Soy anciano ante vosotros, pero no por edad, sino por conocimiento, y humildemente quiebro mi cabeza ante vosotros.

Mi nombre es edad, pues yo soy las edades, y el tiempo.

Yo Soy Sabiduría, y mi nombre es sabiduría. 

Yo manejo el 35 por ciento de la sabiduría universal, y humildemente me inclino ante vosotros (repitió de nuevo el saludo).

Yo Soy el conocimiento, y os traigo conocimiento.

Yo Soy la brisa, Yo Soy el viento, la nube y la lluvia. 

La tierna brizna de la mañana. 

Yo Soy la tierra, el surco y la semilla, el río, y Soy el mar.

Yo soy la mano encallecida del buen hombre de la tierra. 

Soy el árbol, la flor y la montaña, Soy el valle, el amanecer y la noche.

Yo soy Anciano ante vosotros, y humildemente quiebro mi cabeza. 

Desenfundo mi espada para desgajar de su pedestales a los hipócritas y vocinglero. 

Yo soy El ave, y Soy la flor. 

Soy el pelo blanco del anciano. 

Y soy la risa de los niños, el arrullo de la madre, y el despertar de la conciencia. 

¡Yo Soy la conciencia!

¡Mi nombre es la Ley, porque Yo Soy la Ley!

Mi nombre es vida, porque Yo Soy vida.

Soy la palabra y Soy la Sabiduría. Mi nombre es Sabiduría.

Yo Soy Anciano ante vosotros, pero no por edad, sino por conocimiento, y humildemente quiebro mi cabeza ante vosotros.

Yo soy el huracán y el movimiento.

Soy la fuerza el susurro, y la voz. ¡Mi voz tiene vida!

Yo Soy la novia, que pura llega a desposarse.

Yo soy la paz de los hombres; Mi nombre es paz, y paz Yo doy.

Mi nombre…Mi nombre es Amor. Yo Soy el amor que mueve el universo. 


* * *

(Aquí yo he recogido sus palabras, pero advierto, que no fue necesariamente así, en éste orden, como habló.)

Se inclinó, y tomó una ramita, que golpeó suavemente, contra la palma de su mano izquierda, y dio unos pasos, mirando a todos los presentes. 

Ni un solo ruido se escuchaba, su silencio, era el silencio de las montañas. 

Pareciera como si el viento se hubiera silenciado, y toda la naturaleza rindiera honor a Su Nombre.

Caminó por entre las piernas y pies, de quienes estábamos sentados en el suelo. 

Se acercó a mí, y me miró, a unos 4 metros de distancia. 

¡Que hermosura de rostro! 

Nunca alguien me miró como El lo hizo. 

La inteligencia y amor que emanaba de su rostro, proyectado paz, era lo más maravilloso e increíble que jamás había sentido, en toda mi vida.

Después de esa formidable experiencia, me quedé con varias preguntas sin respuestas:

- ¿Por qué solo una mujer entre los 24?

- ¿Por qué no pudimos seguir en contacto todos?

- ¿Por qué la información no fue general para todos?

- ¿Dónde están hoy los otros 23?

- ¿Qué tipo de información les entregada y para que?

- ¿Qué papel juega este extraordinario personaje, que conocimos en el vórtice andino?

- ¿Por qué sus palabras tienen tanta similitud con lo dicho por Jesús, sin ser Jesús?

- ¿Cuál es su relación con los extraterrestres?

- ¿Qué es lo que se espera a nivel mundial, que culminará en un nuevo patrón conductal?

- ¿Cómo se lograrán los contactos en ese cambio de conciencia planetaria?

- ¿Qué papel jugamos los contactados en este confuso panorama?

- Yo todavía no lo sé. ¿Lo sabrá alguno de los otros 23?

- ¿Por qué no dejaron intercambiar direcciones y nombres?

NO TENGO LAS RESPUESTAS.

Mi regreso de Los Andes me dejo sin aliento. 

La experiencia con los extraterrestres, los instructores, y el personaje de “mil nombres”, me hicieron entrar en un estado casi mítico, del cual me costaría salir.

Gracias a mi educación de niño, y la libertad que goce, me hicieron caer en cuanta del peligro que corría, al interpretar de manera equivocada mí presencia en el vórtice del Alto Perú.

Para mi no había duda. 

El ser de Los Andes era el mismo al que yo llamé, con justa razón, “Maestro Sabiduría”


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